miércoles, 2 de mayo de 2012

Discusiones con mamá.

No hay mañana  de discusiones con mamá que no se convierta por obra y arte de esos pocos minutos y esas escasas frases en un auténtico día de mierda.

En eso no pueden negar mis dos Gabrielas que son abuela y nieta. En el don de sacarme de quicio en menos tiempo que cualquier otro ser vivo de este y otro mundo. Da igual cuál sea el tema en cuestión; basta una palabra para que salte la chispa. Soy profe, estoy expuesta constantemente a los cabreos, pero ninguno es tan retorcido y duele más al alma que los que me provocan estas dos.


Y así estoy ahora, que ladro y pongo cara de perro con ninguna otra justificación que el que me haya peleado con mamá esta mañana.

Ay madre. Como aquella canción de Guillermo (del álbum Desde Siempre).

Sé que con respecto a todo lo que me dices, tienes razón siempre, y que siempre la tendrás. Después de 38 años, no admitirlo sería de género imbécil. Y por eso acudo a ti siempre que tengo un problema o una duda sobre lo que sea. Y aquí también tienes razón, como siempre, te lo repito, tendría que haberle comprado el vestido de arras más grande, y llegado el caso haberle metido, pero estábamos hasta las narices de buscar el dichoso vestido, no había tallas, el hombre parecía honesto, la solución aunque no la mejor, parecía la adecuada dadas las circunstancias, y si llegado octubre, el vestido ya no le vale, buscaremos otra solución. Es sólo un  vestido, no es más que un vestido. Ojalá todos los problemas de esta vida se basaran en vestidos que quedan grandes o pequeños. Pero mamá, te aseguro que si hubiera algún modo de retroceder en el tiempo y tomar la decisión a tu manera, ahora mismo pagaría por poder hacerlo sin dudar. Cualquier cosa con tal de poner el contador de esta mañana a cero y volver a empezarla.

Ay madre... Cuánto te quiero.




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