Antes de marcharme esta mañana para el curro, me he dirigido al mueble de los CD (de cuando aun se escuchaban CD) y he cogido el primero que he encontrado. Y no ha sido premeditado. No sé qué me ha empujado a hacerlo. Supongo que verme en mi Astra rojo pasión escuchando por enésima vez la recopilación de The Smiths, canciones 3, 6 y 10. Porque no soy irreflexiva ni espontánea, nunca. Mmm... Casi... Sonrisa.
Claro que he vuelto a escuchar "Wonderwall" muchas veces a lo largo de estos, cuántos han sido, 15, 16, tal vez 17 años. Claro. ¿Por qué no lo iba a hacer? Es bonita, es muy british, me encanta y en parte me pertenece. O al revés. Fue la canción que marcó mi estancia como Erasmus en Cork, la que escuchamos todos, extranjeros e irlandeses, a lo largo de aquellos 4 casi 5 meses. Aunque para muchos irlandeses a los que conocí esa canción era bullshit. Bueno, realmente, para algunos prácticamente todo era bullshit.
Volver a escuchar el CD que te ponías una y otra vez hace una vida es durante unos instantes transportarte a aquella época desde las primeras notas. Como reconocer al pasar el perfume que marcó un momento de tu existencia. Y no es tanto por las imágenes que guardas en tu retina, como las sensaciones, el estado de tu ser hace años luz cuando los escuchaste por primera vez, casi tantas sensaciones como acordes suenan. Cierras los ojos y casi puedes volver atrás.
Claro que no puedes volver a escucharlo una y otra vez sin parar como lo hacías entonces. Porque eres consciente de que si lo haces, esos recuerdos desaparecerán como llegaron, por arte de magia, la música dejará de pertenecer a tu pasado para pertenecer a tu presente y ya nunca más volverás a sentir aquello.
Por qué se me han llenado los ojos de lágrimas y he tenido ganas de llorar escuchando el "Don't look back in anger". No lo recuerdo. Pero no era tristeza sino la imposibilidad de retener el raudal de emociones revividas al oír la voz desgarrada de Liam Gallagher. El corazón se ha descontrolado en su carcasa, me latía más fuerte, esta mañana en el coche, y hace un momento, al volver a escucharla. Respiraba más deprisa, tenía que soltar toda esa respiración que me tenía casi jadeante e inmóvil para no reventar. Y mientras lo sentía, he sonreído.
Cierras los ojos, vuelves atrás y te das cuenta de que nada ha cambiado en el fondo y que sigues siendo la misma persona, y puede incluso que más fuerte ahora que sabes lo que pasó después y de lo que fuiste capaz. Y es increíble la energía que recorre tu sangre renovada porque ya no eres una sino dos, la de aquel entonces y esta unidas para enfrentarse al mañana.
No quiero gastar esos acordes. Quiero volver a sentirlo algún día. Así que apago ya la música.
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