lunes, 10 de noviembre de 2014

Parlez-moi d'amour




Parlez-moi d'amour 
Redites-moi des choses tendres 
Votre beau discours 
Mon cœur n'est pas las de l'entendre 
Pourvu que toujours 
Vous répétiez ces mots suprêmes 
Je vous aime 




Suena en mi cabeza una canción en blanco y negro, de lejana y lánguida voz de gramola y melodía de cajita de música.

Hábleme de amor
Siga diciéndome cosas bonitas
Su discurso tan bello
Mi corazón no se cansa de oírlo
Ojalá repita siempre esas palabras sublimes
Je vous aime...

¿Que le hable a usted de qué?

Yo le hablaba de amor y me consta que eso a usted lo complacía. Pero quererle no siempre era gozoso y se fue convirtiendo en una monotonía, un trabajo mal remunerado, a veces apenas una sonrisa, otras veces ni siquiera eso. ¿Se dio cuenta alguna vez de cómo forzaba mi presencia junto a usted? Durante mucho tiempo procuré encontrar cada día la manera de acercarme. Y así contemplé cómo usted regalaba su tiempo a los demás. Y cuando se acababa la jornada, volvía a mis cuatro paredes vacías con apenas el recuerdo de una mirada fugaz que llevarme a la boca.

¿Que le hable a usted de qué?

Y de tanto escucharla, se percibe cómo la voz se va distorsionando y que es ella la que en realidad está royendo los surcos del disco de pizarra. Hábleme de amor parece exigirle la voz a su amante imaginario.


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