domingo, 3 de agosto de 2014

Micropensamientos de verano IV

Y marcó y marcó y volvió a marcar el *452# sin saber cómo se las iba a apañar para escribir lo de "llamada" después porque por algún motivo el dichoso móvil no le dejaba acceder a las letras. Desesperada llamó al 123 donde le explicaron a su ritmo que bastaba con escribir *452# y darle a llamar para contratar los 500 MB adicionales. Se le prendió la lamparita una vez más (coma) tarde y una vez más volvió a sentirse imbécil. Pfff.  (1-8-2014)

Mi smartphone va igual de rápido ahora que he gastado todo el giga. Estoy confusa.

A falta de playas tranquilas, buenas son las piscinas municipales cuyo mecanismo he recordado perfectamente veinte años después. Pintorescas.

Las Canales. Padules. (3-8-2014)

Los domingos eran el pretexto para huir de las playas y refugiarse en la Alpujarra.

Hecha mistos pero ha merecido la pena.

Stalkear. Fisgonear, espiar a alguien en la red. ¿A quién se le ocurriría hacer semejante … … … …

Lo más destacable de anoche fue la fiesta de cumple de los vecinos "modernos". Un cutreshow de tíos, abuelos, niños, todos borrachos, y uno de ellos, la caña, quiero contratarlo para la comunión, iba armado de una guitarra que más que tocar aporreaba al ritmo de los gipsy kings bajo los vítores de los demás. Y mientras, el gueï y la gueïna presidiendo aquel banquete dantesco y compartiendo miraditas de perritos en celo, a todas luces un paripé. Sip. En el porche a la vista de todo el vecindario. Un escándalo fuera de lugar en un barrio como este. No sé cómo acabó la noche. Me dormí.

El vecino por ejemplo. Se dejan crecer la barba y ya se creen interesantes. ¿Para cuándo dejarse crecer la inteligencia y el saber estar?

De creer en las cabañuelas, el invierno será frío, sobre todo a finales de febrero principio de marzo.

La peque con calcetines y chanclas a lo Frank de la Jungla por culpa de una ampolla. Una imagen imborrable.

Su acento madrileño retumbaba por encima del ruido de las olas, todas ellas palabras vanas, y tuve ganas de gritarle que se callara y que se tomara el tiempo de escuchar lo que de verdad era importante. (4-8-2014)

Y cuando ya había olvidado la herida, unos granitos de sal me recordaron que seguía ahí.

¿El calamar es un molusco? ¿En serio? No me lo puedo creer.

Ameba. Se aproxima más.

Pero la sal cura las heridas.

La pequeña con mi sujetador puesto a lo Gloria de Modern Family. Otra imagen para el recuerdo.

Frío por las noches. Una delicia en agosto. (5-8-2014)

Y despertarse con una sonrisa aunque a deshoras también.

Porque a veces cuando el consciente no puede, va el subconsciente y lo arregla.

Y pensó que la profusión de comas le otorgaría estilo cuando la verdad es que aquel exceso de virgulillas ralentizó el ritmo de tal manera que aquellas palabras parecían escritas entre gemidos o por alguien de pensamiento extremadamente lento.

Hoy en día abundan las subconsciencias y escasean las consciencias.

Y que conste que me enamoraban las barbas insumisas, las serias, las bohemias, las que escondían algún secreto. Así que se me congela  la líbido cuando descubro ¡horror! que detrás de una barba ya no hay nada.

De vez en cuando le daba a la tecla de acceso restringido, la del dibujo de avión, en su smartphone y se imaginaba por un momento que se iba de viaje. #microcuento (6-8-2014)

Alivio. Un inmenso mar de alivio.

De nuevo en 5 de agosto. Demasiadas coincidencias para dejarlo a la casualidad.

He soñado con una palabra de la que no me acuerdo y me está volviendo loca ya de buena mañana. Sinónima de recoveco, en español de aquí y lleva la sílaba “pe“ por algún sitio.

Odio que las palabras se escondan en mi cabeza.

Vericueto. Era vericueto.

No hace falta que lleves calzado, la playa está bien, le había dicho doscientos metros antes de que se acabara la arena y empezaran las piedras y además en pendiente tirándose a las olas.
Y así tengo ahora las plantas de los pies.  Ay. Duele. Pero estamos bien.

Son las diez de la mañana y ahora es cuando sale el sol en un amanecer tardío. (7-8-2014)

Porque a veces sólo es cuestión de paciencia. O de despertarse después de las diez.

De creer en las cabañuelas, aquí hará un frío espantoso hasta agosto. Mi pronóstico.

Y el mar se hizo charco. Un querer y no poder.

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