lunes, 24 de febrero de 2014

Soledad

Soñó que una vez más estaba sola y primero le faltó el aire al respirar. Así que tuvo que ponerse a respirar con más esfuerzo, incluso en algunos momentos precisaba abrir la boca para lograr tragar una bocanada entera de aire. Pero sólo podía hacerlo cuando no la miraban porque cuando había alguien delante, tenía que fingir que seguía respirando con normalidad y se tenía que contentar con respirar a pequeños sorbos y eso hacía que poco a poco se fuera sintiendo sin fuerzas y poco a poco sus pasos y sus gestos se fueron ralentizando. También pudo sentir cómo las piernas le iban flaqueando lentamente, pero no tenía más remedio que mantenerse en pie. No había manera de poder dejarse caer. Así que se concentró en aguantar y mantener el equilibrio sin tambalearse cuando había gente delante. Y sin respirar. Y eso hizo que prefiriera permanecer sentada la mayor parte del tiempo. Sintió cómo la sonrisa se le borraba de la cara, y de todos modos qué motivo había para sonreír, pero entonces cuando la miraban, respondía tímidamente agradeciendo con los ojos que algo le había tenido que sentar mal o que estaba cansada y que alguien como ella sólo podía estar bien. Sintió ganas de llorar y de gritar, y entonces pensó que lo mejor que podía hacer era ponerse a escribir. Nadie se extrañaba nunca si lloraba cuando escribía.

Y entonces, como ocurre en los cuentos y en los sueños, despertó. Y nada de lo que había soñado parecía haber ocurrido de verdad. Pero ella sabía que algo tenía que haber ocurrido porque le dolía el lado derecho del pecho al respirar.

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