jueves, 20 de febrero de 2014

Les chemins de la vigne sont inénarrables.

Así es como se lo enseñé a Cris, mucho antes de que emprendiera su aventura hacia México.

Y ¿por qué la emprendió? Pues por eso mismo, porque "les chemins de la vigne sont inénarrables". Como código de conducta, no hay que plantearse nunca el porqué de las cosas que ocurren, simplemente aguardar el momento en que queda desvelado, resultando siempre insultantemente distinto a cualquier cosa que pudieras haber imaginado. 

No recuerdo cuándo surgió el axioma. Sé que fue, porque veo a Cris sentada frente a mí pronunciándolo en tono burlón con su sonrisa, la sonrisa de Cris, en una de nuestras reuniones, alrededor de unos tercios en el bar de siempre, un "enséñame francés" con una réplica jocosa a lo "les chemins de la vigne sont inénarrables".

Echo de menos aquellas reuniones. Nos echo de menos, tan a menudo que me daría pudor confesároslo. Hoy he recibido, agarraos bien a las sillas chicas, no os lo vais a creer, y vais a alucinar como yo, un mensaje de un chico o puede incluso que sea chica, no lo sé, pero que escribe, no podéis imaginar cómo lo hace, es impresionante, y me he puesto en plan loca total, en plan "no me lo puedo creer, ¿es a mí en serio?". Que soy yo. Ya me conocéis. Y mientras se lo contaba a unos dobles que tengo yo por aquí para suplir vuestra ausencia, os he echado de menos porque sé que os habríais puesto igual de locas que yo.

El cómo he llegado hasta aquí, pues como siempre se llega a todas partes, por la calle del desengaño supongo. Pero ahora estoy aquí y es tal cual lo repetimos tantas veces, "les chemins de la vigne sont inénarrables". ¿O eran inescrutables?

Besitos de casi viernes!! 



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